Ocho artículos para la reindustrialización de Colombia
I
COLOMBIA ESTANCADA Y SIN
REFORMAS
Este artículo fue inicialmente publicado en Razón Pública
Más importante que la reforma laboral es la
Política Nacional de Reindustrialización. ¿Qué se necesita para generar empleo
y aumentar la productividad y la equidad en Colombia?
Jaime Acosta Puertas*
La
caída de la reforma
La reforma laboral empezó a temblar desde que la
ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, dijo que no era para crear
empleo.
Un propósito que tampoco está en la mira de las
empresas, los políticos y la mayoría de los analistas. Ellos se concentran en
la cantidad de empleos que se pueden perder, pero no observan aquellos que se
pueden crear si la reforma se plantea junto con la Política Nacional de
Reindustrialización (PNR).
Las políticas laborales reflejan el avance o
retroceso del sistema productivo según el modelo de crecimiento adoptado. En el
caso de Colombia, la economía ha estado marcada por un modelo de mercado para
capturar rentas y no para desarrollar la nación.
Hace sesenta años emergieron en el mundo nuevas
olas de producción, de innovación y de comercio internacional que han pasado
por encima de Colombia. Desde 1991 los gobiernos entregaron la producción a las
importaciones, sobre todo desde la firma de los Tratados de Libre Comercio
(TLC). De esta manera se destruyeron más de millón y medio de empleos, más del
doble de los estimados si la nueva reforma laboral se aprueba. Lo primero es
una realidad, lo segundo es una hipótesis de opiniones adversas a la
reforma.
Las reformas laborales sirven cuando la
productividad va en caída libre, ni se crean nuevas fuentes de empleo de más
calidad ni se brinda estabilidad laboral. Colombia necesita un sistema
productivo diversificado, sofisticado y de alta tecnología, que es el que
permite impulsar exportaciones, crear empleo, irrigar equidad y crecimiento
económico a altas tasas.
Para eso se necesita combinar la PNR y un nuevo
marco laboral, porque el actual —que defienden los empresarios— no sirve para
adelantar un proceso de reindustrialización que eleve la productividad y las
capacidades de innovación para impulsar exportaciones intensivas en
conocimiento y alta tecnología.
Política Nacional de Reindustrialización y reforma
laboral
Colombia dispone del marco de la PNR cuyos números
no se conocen, esperando un Conpes que no llega. Solo se conocen objetivos y
metas de programas que vienen de gobiernos anteriores, como las Fábricas de
Productividad, Colombia Compra Eficiente, entre otros.
El marco de la PNR tiene un largo proceso de
construcción. El documento elaborado en los primeros once meses del gobierno de Gustavo Petro es un
inteligente y exquisito marco conceptual basado en las corrientes de la economía de la innovación.
Es un quiebre al pensamiento de las políticas de
competitividad y de productividad del neoliberalismo de los últimos treinta
años. Por eso los gremios no quieren esta política. No dicen nada y no hacen
nada para impulsarla, mucho menos para relacionarla con las reformas sociales,
empezando por la reforma laboral.
¿En qué beneficia la PNR?
La PNR tiene objetivos claros para cerrar las
brechas de productividad, fortalecer los enlaces productivos entre producción,
comercio y servicios, diversificar y sofisticar la oferta interna y externa a
través de nuevos bienes y servicios, profundizar la integración productiva
entre países de América Latina e incluye la economía del cuidado que también
hace parte de la reforma laboral.
Además, la PNR tiene cuatro grandes apuestas
productivas estratégicas o misiones que requieren de un nuevo marco laboral de
derechos y oportunidades para mejores y nuevos empleos duraderos.
a.
Una transición
energética justa que incluya un sistema de movilidad sostenible, así como
estimular industrias de componentes y bienes de capital y el aprovechamiento de
minerales estratégicos.
b.
Una agroindustria
y soberanía alimentaria de la mano de la bioeconomía y de la producción y
desarrollo de tecnología para una agricultura digital y de restauración
ecológica.
c. Para las industrias
del sector salud: producción de activos, medicamentos, moléculas, vacunas,
dispositivos, parte de equipos como base de una futura industria de equipos.
Esta apuesta está vinculada a la reforma de salud, y es tan importante como la
de seguridad alimentaria.
d. Defensa
y vida: una industria naval de uso civil y militar para un país con dos mares,
cinco puertos y grandes ríos.
Desarrollar estas apuestas o misiones necesita de instrumentos de intervención
para la reindustrialización y así crear empleo con nuevos y plenos derechos
laborales. Se debe recurrir a nuevas fuentes de capital y financiación para que
inviertan en las apuestas estratégicas recién referidas.
Por último, como complemento, está la formación de
recursos humanos en habilidades y nuevas destrezas asociadas a las áreas de
ciencia, tecnología, ingenierías y matemáticas, determinantes en el desarrollo
de los sectores clave de la PNR.
El esfuerzo de capital y de recursos humanos es la
base para el desarrollo tecnológico que impulsa la reindustrialización.
Si sucede un cambio estructural y tecnológico en el
país se revertirá el ciclo descendente del ingreso de estudiantes a la
educación superior, que viene en caída desde el 2016.
La falta de ingreso se debe a la privatización
adversa a la educación pública, al elevado precio de las matrículas, la mala
calidad de la educación, la falta de oportunidades en el mercado laboral y a
los focos de corrupción en universidades públicas y privadas para ingresar al
pregrado y a las especializaciones, especialmente en medicina.
Si se combinan objetivos de largo plazo con
apuestas estratégicas intensivas en conocimiento e innovación, el mundo laboral
de Colombia sufrirá un cambio rotundo e irreversible, que implica un nuevo
espacio laboral como el que propone la reforma. Se preservarán ciertas
especializaciones asociadas a recursos primarios, viejas industrias que aún se
sostienen y, sobre todo, por el surgimiento o fortalecimiento de nuevas
actividades y sectores promisorios.
Este nuevo espacio productivo necesita una nueva
política laboral comprensiva de los cambios de producción, innovación y
conocimiento. Así emergerán nuevos empleos, empresas y oportunidades. Aunque
requerirán nuevas condiciones laborales, pensionales, de salud, y educación
para un sociedad más justa, equilibrada y progresiva.
Todos equivocados
El gobierno tiene la PNR que justifica y ampara las
reformas sociales. La estabilidad laboral solo la ofrece una economía en transformación permanente con un capital
humano más calificado, innovador y éticamente correcto.
Una reforma laboral como la que quiere el gobierno
es difícil por el atraso y la dependencia tecnológica de la producción
nacional, en materia de insumos, componentes y bienes de capital. La
reindustrialización necesita y a la vez propicia condiciones para otro marco
laboral y pensional, e incluso para elevar los aportes al régimen contributivo
en salud. Por eso la reindustrialización incide positivamente en todas las políticas sociales, económicas y de relaciones
internacionales.
Los gremios deben entender que están defendiendo un
régimen laboral absurdo, inequitativo, atrasado e insostenible, igual al
rezagado sistema productivo del país.
Los argumentos de los gremios son de enorme
debilidad técnica, sin visión de nación y sin visión de la economía que debe ser. Quieren que la
economía de los últimos treinta años sea la economía de los siguientes treinta,
lo cual es imposible por factores
internos y externos. Sin embargo, tienen el poder de convencer a congresistas y grandes medios.
Asimismo, los centros de estudio y de investigación
no muestran una capacidad de análisis, construcción y comprensión de la
economía de la innovación que sustituya la economía neoliberal, sus contenidos
y programas de estudio y de
investigación.
No obstante, el gobierno tampoco aprovecha la PNR para justificar y mostrar los nuevos caminos
de desarrollo nacional, en cuyo contexto van las políticas sociales. El
presidente y el ministro de Comercio Industria y Turismo no han sido capaces de
articular con los Ministerios de Hacienda, Trabajo, Energía, Agricultura,
Transporte, Salud, Ciencia y Tecnología, y Educación los pilares de la
reindustrialización que dan
el marco a las reformas sociales, económicas, y a la estrategia de paz.
Los gremios empresariales están en el negocio del
atrasado modelo económico. La reindustrialización no hace parte de sus esquemas
mentales porque se deben a la economía de 1991 y no a la de 2031, 2051 o 2071.
Por eso las reformas les parecen salidas de la realidad.
El recurso de las universidades debe servir para
repensar modelos teóricos, revisar los paradigmas de investigación sobre el
desarrollo y la ética, y aportar un marco de pensamiento para las reformas.
Lo mejor que tiene el gobierno es el grupo de
expertos, nacionales e internacionales, que pensaron la PNR. Ese grupo debe
convocarse de inmediato y entregar en los meses inmediatos cómo sería la
economía y la sociedad colombiana reindustrializada, a la
par que se tramitan las reformas.
Por ejemplo, el discurso internacional del
presidente Petro sobre la transición energética y el calentamiento global está
inmerso en la PNR. Es un discurso coherente, tanto para las reformas económicas
y sociales que requiere el país, como para situar a Colombia como una nueva voz
en el mundo.
Si es necesario hay que llamar a la gente a la
calle para lograr el respaldo que las reformas necesitan. Este llamado se hará
si los políticos y empresarios no retiran el control con el cual pretenden obligar al
gobierno a aceptar sus mandatos y conducir a Colombia a mayores desequilibrios.
*Analista político, consultor e investigador
independiente experto en economía de la innovación.
II
EL PRESIDENTE PETRO, LA PROFESORA
MAZZUCATO,
LOS MINISTROS Y LOS EXPERTOS
El
Ministerio de Hacienda ha mostrado los grandes desafíos macroeconómicos de
Colombia, y la urgencia para impulsar un proceso de desarrollo productivo
sostenible con base en ciencia, tecnología, innovación y educación, más una
política social orientada a la equidad y la sostenibilidad ambiental.
Hay
problemas que se pueden abordar y cuyas soluciones dan resultados a corto plazo
(uno a cuatro años): déficit fiscal, tasa de cambio, inflación, pago de
impuestos, entre otros. Hay otros temas
igualmente importantes que también deben atenderse en el corto plazo,
pero sus frutos son a mediano y largo plazo, aunque los efectos positivos
comienzan a observarse desde un comienzo y aluden a componentes estructurales
que cambian el modelo económico: la reindustrialización a partir de investigación
desarrollo innovación (I+D+i), formación de recursos humanos de alto nivel, diversificación
y sofisticación de las exportaciones, creación de una nueva generación de
empresas innovadoras, apoyo a empresas innovadoras existentes, fortalecer los
bancos de desarrollo, reorientar los bancos privados para que apoyen empresas
innovadoras, fortalecer los fondos de capital de riesgo, e implementar una
política de desarrollo regional para impulsar el desarrollo endógeno de los territorios,
donde la cultura es un factor que explica la senda, especificidad y velocidad
de los procesos de cambio estructural: desconocer la cultura distorsiona los
procesos de aprendizaje y el cambio tecnológico, es como un país sin historia o
con una historia mal entendida y deficientemente narrada.
El
punto central de discusión no es tanto qué se debe hacer para transformar el
sistema productivo y de innovación. Hay miles de páginas escritas, y no cabe
una recomendación más porque hay tantas como tantas no se han implementado. El
asunto es el marco teórico adoptado como base del modelo de crecimiento. Una
cosa es intentar un proceso de cambios en el sistema productivo con un ortodoxo
marco neoliberal del siglo pasado, y otra cosa es un enfoque heterodoxo de la
economía de la innovación del siglo XXI, con el cual economías emergentes
tardías, como Colombia, pueden hacer el mejor aprendizaje y construir una nueva
senda de desarrollo.
Los
agentes económicos más poderosos impulsaron, aprendieron y consolidaron sus
negocios en el contexto de una economía abierta hace treinta años largos, pero
que desindustrializó el país, redujo la producción de productos agrícolas e
industriales, y nunca desarrolló la investigación y el conocimiento para
defender lo que quedaba a la par de concebir una nueva economía.
Cuando
el presidente progresista invite a impulsar la política de reindustrialización
para desarrollar la producción, elevar la productividad e irrigar equidad,
encontrará resistencia en los gremios, porque las grandes empresas tienen
montados unos negocios coherentes con la ortodoxia impuesta, los cuales en
muchos casos son insostenibles, por tanto, tendrán que emigrar, reinventarse o
desaparecer.
Los
comerciantes dirán que no les cierren las importaciones agrícolas e
industriales y harán cabildeo para que Colombia no desarrolle nuevas industrias
y nuevos servicios. El enemigo está adentro. Son importadores de productos que
antes producía el país, o que podría producir. Serán reacios o tímidos ante el
cambio. Se resistirán a la transición e inventarán mentiras como aquella de que
el consumidor final será el gran afectado porque los insumos y los productos
finales si se producen en el país serán más caros. Con esa falacia César
Gaviria desindustrializó a Colombia e inmovilizó la transformación productiva y
el desarrollo de capacidades propias de innovación, que podrían derivar en
productos novedosos internacionalmente competitivos. Infectados sus cerebros,
contaminaron irreversiblemente la economía, la política, la educación, la
investigación, el emprendimiento y las instituciones. Y los presidentes que
vinieron después, continuaron la destrucción. Si el presidente Petro no lobra cambiar
el rumbo, el país está condenado al atraso, la violencia, la informalidad, la ilegalidad
y la corrupción.
Así
fue como Colombia dejó de producir productos agrícolas e industriales, cerró
posibilidades de producir bienes de capital y tecnologías para las distintas
cadenas productivas, y desarrollar y fabricar bienes de alta tecnología que son
los que hacen el cambio estructural, el cambio tecnológico y jalonan el
comercio internacional. La maquinaria y equipos que se producen en Colombia,
por ejemplo, en la producción de café, son rezagados, y no sirven para
diversificar las exportaciones como bienes de mayor complejidad tecnológica.
Además,
Colombia no desarrolló ninguna industria relevante y ninguna tecnología
disruptiva asociada a la explotación de recursos minero energéticos. Este
sector tuvo más de cuarenta años para hacer algo, pero de manera absurda se
insiste en alargar más allá de un tiempo razonable el ciclo de vida de la
producción de petróleo y carbón, cuando la matriz energética en el mundo está
cambiando a toda velocidad.
Defender
a Ecopetrol para que siga haciendo lo que siempre ha hecho, es irresponsable,
porque debe reconvertirse y abrir nuevas líneas de producción y de
investigación. Colombia no puede hacer con las energías alternativas lo mismo
que hizo con el petróleo y el carbón, perforar y escavar, y no desarrollar tecnología
e industrias a partir de los minerales. Basta comparar los clusters y la
investigación que hace Ecopetrol vs Petrobras y otras multinacionales, y Ecopetrol
no es más que una empresa menor.
Si
Colombia hace un cambio de la matriz energética importando tecnología, y no
desarrolla industrias nacionales y atrae empresas extranjeras que produzcan y
hagan I+D+i, se perderá otra oportunidad de transformación productiva, de
aumento de la productividad y de oportunidades para profesionales, investigadores
y emprendedores. La equidad se desbarata. La informalidad seguirá ganando. La
pobreza continuará contenida con subsidios.
El
presidente Petro propuso al comienzo de su gobierno fortalecer la investigación
en Ecopetrol y crear un Centro de investigaciones en tecnologías limpias que
podría ser parte del Instituto Colombiano del Petróleo que opera en Piedecuesta.
Excelente, sin embargo, nada no se ha vuelto a escuchar. Sería el complemento
para impulsar unas industrias de energías alternativas como parte de la
política de reestructuración productiva que debe sustituir la subpolítica de
atraso productivo que dejaron Duque y hacia atrás los demás presidentes, al
menos desde 1991. Un marco de discusión entre reguladores ortodoxos y los
heterodoxos de la economía de la innovación.
Los
primeros dirán que importar sale más barato y beneficia a los compradores, lo
cual es un mal argumento porque es pensar a corto plazo y mantener una economía
basada en actividades con rendimientos decrecientes (sectores descendentes) y
baja productividad donde las empresas no tienen mucho espacio para innovar, diverificar
y llegar a otros mercados.
Y
los segundos dirán que a través de una alianza entre el Estado y las empresas
se puede iniciar una senda de desarrollo a largo plazo con actividades con
rendimientos crecientes (sectores ascendentes) producto de una positiva,
constante y heterodoxa política nacional de reindustrialización. Este es el
debate de fondo entre quienes quieren conservar la economía tal cual, con los
beneficios tributarios ganados a punta de lobby en el congreso de la república
y financiando las campañas presidenciales, y quienes piensan que la economía
debe ser otra.
En
la ortodoxia, los ecosistemas de competitividad y de innovación poco
evolucionan pues no están dirigidos a impulsar procesos de transformación
sustentados en el aprendizaje, el conocimiento, la creatividad y el cambio
tecnológico. Con la heterodoxia, la conformación de ecosistemas productivos
innovadores es una condición que responde al fluir permanente de las relaciones
entre estado - empresa – universidad que conduzcan a procesos de destrucción
creativa los cuales se basan en I+D+i, propiedad intelectual y competencia en
torno a una nueva generación de empresas y nuevas innovaciones generando un circulo
virtuoso entre producción, conocimiento, innovación y crecimiento.
Ecopetrol
y las carboneras hicieron poco o nada en materia de desarrollo tecnológico, por
eso procesos de destrucción creativa no pueden emerger puesto que las
innovaciones se hacen en otros países.
La
dependencia tecnológica es tan destructiva como los TLC que enterraron las
posibilidades de transformar la especialización de la nación. Colombia hizo una
apertura de la economía sin política industrial por eso es débil la
articulación entre el estado, las empresas, las universidades, los centros de
investigación y los territorios, respecto al conocimiento, la innovación y el
emprendimiento.
Lo
mismo ha sucedido en el sector de salud donde las actividades de industrias
relacionadas son muy escasas, pues dependen totalmente de las importaciones.
Con el covid19 se constataron dos cosas: una, que Colombia no producía ni
tapabocas; dos, que el sistema de innovación no funciona entre las universidades,
las empresas y el Estado, tanto, que fue imposible destrabar el desarrollo de
innovaciones que emanaron de la Cienciatón celebrada a comienzos de la
pandemia. La innovación no ha podido convertirse en soluciones ni en nuevas
actividades productivas que dinamizaran la reestructuración productiva y la
innovación. Los importadores y contrabandistas tienen más poder que los
innovadores, los emprendedores y el mismo Estado que torpedeó las innovaciones
via Invima, el Ministerio de Salud y la ignorancia del expresidente Duque
heredada de Pastrana, Uribe y Santos, motivo por el cual los empresarios se
retiraron muy pronto de los proyectos, y la mayoría de investigadores se
quedaron contemplando los prototipos. Entonces, no despegan las industrias de
salud que apalancan materiales, electrónica, software, ciencia y tecnología de
frontera, industrias 4.0, insumos y otros elementos.
Adicionalmente,
para que el cambio suceda se requiere de recursos humanos ¿con qué recursos
cuenta Colombia para impulsar una política de reestructuración productiva?
Habrá que maximizar el factor humano disponible, traer asesoría externa para el
aprendizaje, formar más recurso humano, y fortalecer la investigación.
Si
Diana Trujillo, la maravillosa ingeniera y científica colombiana no hubiera
emigrado a Estados Unidos, no sería una de las cabezas de la NASA en la
conquista del espacio, sino profesora titular y directora de un grupo de
investigación A1 de la Universidad del Valle, adscrito al Minciencias. Igual
hubiera ocurrido con otras y otros científicos y científicas colombianas en
otros centros de la vanguardia tecnológica mundial.
Schumpeter
no se aplica en Colombia. No sé si Mariana Mazzucato, porque la OCDE tampoco ha
podido con la tozudez de la ortodoxia de Colombia respecto a adoptar una
correcta política industrial de nueva generación.
Un
libro publicado en 2022 por la Friedrich Ebert Stiftung en Colombia FESCOL: políticas de desarrollo productivo: una
agenda para el futuro, ha sido un referente importante en el diseño de la política nacional de reindustrialización
(PNR), porque el libro se hizo con ese propósito. Muchos de los autores del
libro están o han pasado por el gobierno del presidente Petro, y algunos somos
coautores del documento marco de la PNR.
III
DESINDUSTRIALIZACIÓN: LA CAUSA DE LA INFLACIÓN EN
COLOMBIA
Este artículo fue inicialmente publicado en Razón Pública
Un
análisis del sistema productivo en crisis y de los cambios que el país espera
bajo el gobierno de Gustavo Petro.
Jaime
Acosta Puertas*
La
enfermedad holandesa
La inflación en
los precios de los alimentos y en los productos dependientes de las importaciones
es alta. La razón: Colombia tiene una participación muy escasa en las cadenas
de valor de bienes y servicios de mayor complejidad tecnológica.
Para entender
lo anterior, necesitamos recordar que un país sufre más o menos inflación según
sea el mercado para sus exportaciones. Como Colombia depende de las
exportaciones minero-energéticas, el precio interno del dólar está anclado a
los precios del petróleo. Esas exportaciones han disminuido, pero la
dependencia del petróleo se mantiene.
Este es el resultado
de una política irresponsable que quiso aprovechar el boom minero-energético,
aunque durará poco y desalentará aún más la desindustrialización en Colombia.
Hoy vivimos las consecuencias de haber invertido esa bonanza en adquirir bienes
importados, en perjuicio manifiesto de la industria, de la agricultura y del
desarrollo científico y tecnológico colombiano. Es lo que llama los economistas
la enfermedad holandesa.
La pérdida de
participación de la industria dentro del PIB es la otra cara del aumento de
participación del sector minero-energético; al mismo tiempo, la agricultura ha
perdido el 50 % de su participación en los últimos 30 años.
Un
cambio acelerado
Colombia no
supo vincularse a las olas de innovación de las últimas tres décadas. Tampoco
tuvo la infraestructura para adoptar las nuevas tecnologías ecológicas que
están revolucionando el mundo.
En estas
condiciones, Colombia necesita los ingresos del petróleo y del carbón para
sostener sus exportaciones durante los siguientes doce a quince años. Pero ir
en contravía de un cambio productivo inevitable e inaplazable no es una opción
inteligente, porque el mundo va empujando un nuevo desarrollo tecnológico en
marcha. Ya los precios internacionales de petróleo y carbón van curva abajo.
El problema
consiste en que los gobiernos, los gremios y la academia fueron cómplices, o
muy pasivos, al no usar o no pensar alternativas para usar los recursos de la
bonanza. Esta abundancia de divisas ha debido servirnos para desarrollar nuevas
industrias, para aumentar la productividad de la agricultura, de las cadenas
agroindustriales, y producir la tecnología de base.
Esta bonanza
efímera dejó, sobre todo, desequilibrios macroeconómicos, internos y externos.
Los gobiernos no actuaron con determinación para inducir el cambio necesario de
la economía, como pretende hacerlo el presidente Petro.
Aunque este
modelo ha llegado a su final, el gobierno apela a extraer los últimos barriles
de petróleo y metros cúbicos de gas. Esta es la única solución para la Colombia
actual, pues no tiene más sectores ni más desarrollo tecnológico para sustituir
rápidamente los recursos fósiles. En este contexto, el Consejo de Estado permitió
los pilotos de fracking. Es la reacción
de una Colombia desindustrializada: no esperar a conocer la política del nuevo
gobierno, y abrir con premura un caso que llevaba dos años en los escritorios
de los magistrados.
El
fantasma de la inflación y de la devaluación
Bajo las
circunstancias anteriores y de manera resumida podríamos decir que:
- Colombia tiene una devaluación y una inflación
aceleradas o agravadas por la desindustrialización y la caída de la
producción agrícola en los últimos treinta años.
- Ciertos alimentos e insumos están más caros,
debido a la invasión de Rusia a Ucrania, y a una rara ola de
desabastecimiento de otros productos que nada tienen que ver con los
afectados por esta guerra. No hay
oferta que sustituya pronto lo que producen otros países, por eso la
inflación que empieza a ceder tendrá una barrera mientras la dependencia
tecnológica no entre en una dinámica de superación que puede durar los
siguientes 20 años.
- Los insumos que necesita el campo son
importados. Igual se puede decir de los insumos y bienes de capital para
toda la industria y servicios. De esa manera, la producción nacional está
expuesta a cambios en el sistema productivo mundial, algunos
inexplicables, como la falta de ciertos productos que parece obedecen a
estrategias de las mega corporaciones multinacionales, que no son claras
dentro de la cambiante dinámica geoestratégica global.
- Además, en una inflexión estructural de la
economía, es muy sospechosa el alza de precisos, que parece a una doble
estrategia perversa de las empresas: no castigar el margen de las
utilidades, y subir precios para mantener la inflación y afectar la
política y la imagen del gobierno progresista.
Colombia
necesita de dos a cuatro años para satisfacer la demanda interna de insumos y
de productos alimenticios, y aún más tiempo para producir y desarrollar nuevas
industrias y servicios avanzados.
Mientras
tanto, solo puede haber subsidios a las importaciones, y esta es una estrategia
que agravaría el déficit en las cuentas internacionales, aunque temporalmente
incidiría positivamente en la competitividad y productividad, mientras se
adelanta una estrategia nacional de investigación e innovación en el marco de
la política nacional de
reindustrialización (PNR).
Si se
desploman las exportaciones, Colombia no tiene capacidades productivas y de
innovación para sustituir ciertas importaciones. Nosotros nos sumamos a la
globalización con 30 años de retraso a las olas de innovación en bienes y
servicios de alta tecnología, lo cual determinó que avanzaran a toda velocidad
muchas transformaciones en el sistema mundial de producción y comercio de alta
tecnología.
La
prioridad del cambio tecnológico
Las malas
decisiones del Estado y la falta de previsión para el momento posterior a la bonanza
minero energética dejaron rezagos muy severos. Por eso urge la plena
implementación de la política de reindustrialización que corrija las fallas del
mercado y del Estado.
Colombia
necesita una mejor articulación entre el Estado y las empresas para impulsar un
largo periodo de cambio estructural y de cambio tecnológico. Por eso importa la
articulación de los ministerios de Comercio, Industria y Turismo (MCIT); de
Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI); de Minas y Energía (MME); y de
educación (ME).
Los programas
de estos ministerios deben apuntalar el cambio en los patrones productivos y en
las exportaciones de Colombia, porque -además- de esto depende la inflación y
la tasa de cambio.
Por esta
razón, la política de reestructuración productiva debe mirar lejos:
- Seguridad alimentaria,
- energías alternativas,
- industrias del sistema de movilidad,
- industrial del océano y del agua,
- industrias de salud,
- industrias electrónicas,
- industrias 4.0,
- industria aeroespacial,
- industria naval, e
- ingeniería e investigación para
infraestructura.
De lo
contrario, la agricultura, la agroindustria y las manufacturas que produce
desde hace décadas, solo solucionarán parte de los problemas económicos y
sociales. Es necesaria la reestructuración productiva, con más investigación y
mejor educación.
Las políticas
de desarrollo productivo y de Ciencia, Tecnología e Innovación vigentes hasta
el 2022 no se mantienen. Estas no fueron diseñadas para empujar un cambio
estructural y tecnológico por eso no acabaron la dependencia de los productos
primarios, no dieron prioridad a las exportaciones de alto contenido tecnológico
y no orientaron el surgimiento de nuevos sectores y nuevas empresas de gran
suceso.
Estas
políticas fueron objeto de inversiones muy insuficientes y no tuvieron en
cuenta las diferencias entre las varias actividades productivas: no le
apostaron a sectores estratégicos, donde pudiéramos o podamos tener ventajas
competitivas o construir ventajas creadas mediante la inteligencia, la
creatividad, el conocimiento, y el emprendimiento, así como promover las
autonomías territoriales a través de un cambio constitucional que deberá
promover un nuevo gobierno a partir de 2027.
Las políticas
horizontales son válidas para el comercio internacional, pero son fatales como
enfoque para orientar saltos en la especialización y fomentar la cultura de
investigación, desarrollo e innovación, y crear una nueva generación de
empresas innovadoras y disruptivas. El enfoque de políticas horizontales no
complementadas con decisiones estratégicas o selectivas para avanzar en nuevas
especializaciones explican por qué Colombia llegó a padecer la enfermedad
holandesa.
El presidente Petro conoce la necesidad de
transformar la matriz productiva de
Colombia, porque ese cambio es correspondiente a su discurso y agenda
internacional sobre transición energética y calentamiento global con equidad, así
como de la importancia de invertir en conocimiento y en investigación.
Este esfuerzo
de cambio estructural requiere de expertos y tecnócratas heterodoxos como
viceministros, directores, técnicos y asesores, y en los gremios económicos. De estos, existen pocos en el país. Están en
el exterior, en algunas universidades públicas, y, en menor cantidad, en las
universidades privadas. El cambio hay que hacerlo con nuevas inteligencias, para
nuevas ideas y nuevas políticas.
* Analista
político, consultor e investigador
independiente, experto en economía de la innovación.
IV
EL DESAFÍO PETRO: UNA ECONOMÍA DE LA
INNOVACIÓN
Hay
dos absurdos inexplicables del neoliberalismo colombiano desde que se tomó por
asalto la economía, el Estado y la sociedad.
Uno,
con la apertura unilateral de la economía Colombia se metió en la boca del
lobo, el cual se devoró el aparato industrial, la mitad de la producción
agrícola y dejó lo que no podía digerir: petróleo, carbón y ferroníquel.
Dos,
nada se hizo para iniciar una nueva industrialización acorde al cambio
productivo y tecnológico que estaba ocurriendo en el mundo. Se convirtió en una
economía extractivista, especuladora e importadora de bienes industriales y de
tecnología, favoreciendo a narcotraficantes, contrabandistas, comerciantes,
importadores y corruptos.
El
crecimiento de Colombia se soporta en actividades que no aportan a la
productividad y poco a la innovación, al empleo calificado, a emprendimientos
disruptivos, al emprendimiento del Estado, al desarrollo sostenible del campo,
de océanos y ciudades, a la educación y a la investigación de calidad.
Colombia,
con la violencia y el neoliberalismo tiene una sociedad y una economía
disfuncional la cual crece moderadamente: adelanta ciertas modernizaciones,
tiene pequeños núcleos de vanguardia en algunos campos, muestra pocas empresas
innovadoras y unos núcleos de investigación en el estado del arte distintos a
los de la diáspora que ya trabajan para otros y no para nosotros.
Innovación: desarrollo o atraso
Cuando
se habla de innovación se cree que únicamente se alude a la innovación de las
empresas. Sí estas hacen mejor las cosas, la innovación florecerá y sus frutos
se esparcirán en la economía haciéndola más competitiva y productiva, traerá
bienestar que se irrigará en la sociedad como regalos caídos del cielo, y el
Estado funcionará como un sistema perfecto. Falso, si así de fácil fueran las
cosas, las teorías del desarrollo serían livianas, cortas, pocas y otras.
La
innovación ocurre primero en la cabeza de los líderes políticos, de tecnócratas
innovadores y emprendedores desde el Estado, de los investigadores de las
universidades, de artistas, escritores y diseñadores de los espacios y de las
rutas del mundo, y de empresarios y emprendedores disruptivos. Entonces, esa
fuerza creativa y de conocimiento se traduce en reformas a la Constitución y en
políticas de Estado, donde la innovación multidimensional se irriga en la
economía, en la sociedad y en los funcionarios de las agencias gubernamentales.
Es la manera como la innovación viaja de lo macro a lo micro y de lo micro a lo
macro.
Los
países desarrollados así lo hacen desde hace siglos y los emergentes desde hace
setenta y cinco años. Los que no lo asumieron, o las culturas a las cuales les
negaron iguales derechos para pensar, crear y decidir su futuro, no tendrán
nunca esa oportunidad o les llegará más tarde si algún día deciden trazar su camino,
como sería el caso de Colombia, que ahora cree que la innovación la ejemplifica
un tirano decadente, unos rentistas desalmados, unos especuladores sin
compasión, unos empresarios ventajistas amangualados con políticos corruptos
que capturan recursos públicos sin retornos a la economía y a la sociedad.
Por
lo dicho, las políticas de crecimiento no son buenas desde que en 1991 llegó el
neoliberalismo. La constitución del 91 la hicieron para una economía neoliberal
del mercado, y no una economía social de mercado avanzada, por eso, a manera de
ejemplo, la concepción del sistema de salud no es un sistema de innovación sino
un sistema de enriquecimiento acompañado de corrupción. Más de ochenta billones
de pesos anuales con recursos públicos: veinte billones de las contribuciones
de las personas y sesenta billones de los impuestos, según cuentas del año 2023
- 2024.
El
negocio financiero negociando con la vida de los colombianos, es espeluznante.
Pero no es un sistema para crear industrias de salud de alta complejidad,
investigación avanzada, educación de alta calidad en salud por todo el
territorio nacional, servicios de calidad en todos los rincones de Colombia.
Más de veinte años se está demorando en volver a prender una fábrica de
vacunas. Treinta años para que el mercado creara un complejo de alta tecnología
para la atención e investigación en cáncer luego de que el Estado intentara
adelgazar a propósito el Instituto Nacional de Cancerología, el cual tendrá una
nueva oportunidad de salto cualitativo con la reforma a la salud y la política nacional de reindustrialización
(PNR).
Como
el negocio del modelo de crecimiento de los últimos treinta años no ha sido la
innovación y la inteligencia, las políticas de desarrollo productivo han sido
malas. Colombia solo invierte en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i)
el 0.30 del PIB. Todos los países desarrollados lo hacen por encima del 2.7% y
los emergentes innovadores más del 1.2%. Con el 0.30% de recursos para
innovación no es posible elevar la productividad y transformar la canasta
exportadora, ni irrigar recursos para crear una cultura de la innovación en el
campo y las ciudades.
En
estas condiciones, el efecto de la innovación en una mejor distribución de la
riqueza, medido por el GINI, no es posible, porque son pocos los recursos, por
lo cual la tasa de innovación y de productividad es tan baja (la peor en la
OCDE) que hace imposible una dinámica de movilidad social asociada a la
innovación.
En
los países desarrollados la relación entre innovación y concentración de la
riqueza no ha mejorado, tampoco ha empeorado, solo ha mejorado en los países
escandinavos, pero el GINI en aquellas economías es mucho menor que en
Colombia, porque la reconcentración de la innovación en los grandes
conglomerados multinacionales (cuasi monopolios), se succiona el impacto en la
equidad, no obstante, la movilidad social es alta porque son millones los
puestos de trabajo asociados a la innovación en las empresas, en las
universidades y en el Estado.
En
Colombia, no existe la movilidad social como consecuencia de la innovación dada
la baja inversión en investigación científica y en desarrollo tecnológico ante
la ausencia de decisión política para una sostenida acción de transformación de
la producción. Entonces, es difícil medir el impacto de la innovación en la
movilidad social puesto que las políticas de desarrollo productivo y de ciencia
y tecnología no tienen apuestas de largo plazo para generar nuevas
oportunidades de calidad. Por tanto, la innovación no constituye una oportunidad
para la expansión, la diversificación, los nuevos emprendimientos, y superar el
extractivismo. En estas condiciones, la innovación no contribuye a la movilidad
social y al no haber movilidad social no se pueden cerrar brechas económicas y
sociales, y aumentar los ingresos del estado para más y mejor inversión
pública. El resultado: el PIB crece poco y muy desigual, la informalidad
aumenta, y la seguridad se afianza.
Ante
la ausencia de una potente política de reestructuración productiva y de innovación,
todo apunta a aumentar la capacidad de acumulación vía la captura de los
recursos públicos usando una estrategia perversa: no pagando impuestos, pero si
ganando subsidios que paga la sociedad sin beneficios para ella. En este
contexto, el presidente Petro debe convocar a una gran cruzada contra la
corrupción, con los niveles de impunidad y con la cantidad de canales por los
cuales se roban los recursos públicos, es difícil orientar las capacidades y
los objetivos a un desarrollo inteligente, de oportunidades, y de
reconciliación para una paz duradera.
El
asalto de los recursos públicos se ha hecho por las sucesivas e irracionales
reformas tributarias de los últimos treinta años, tramitadas por lobistas
pagados por las empresas para que los políticos legislen a su favor. Regular,
monitorear y tener bajo lupa la acción de estos personajes, el tubo por donde
se aspiran los recursos públicos que van a las cuentas de los grandes
empresarios, es parte de la reforma política, de la reforma a la justicia, y de
la reforma tributaria.
El desafío Petro
Dado
un ambiente contaminado de corrupción, que se le atravesó a la aventura
maravillosa de la creatividad, del conocimiento y de la innovación, el
presidente tiene un desafío monumental: implementar la política nacional de reindustrialización
(PNR) con dos agendas interligadas: una de corto plazo para sus cuatro años de
gobierno, y otra a mediano y largo plazo.
De esa manera, podrá planificar y concertar con el sector privado de
cómo llevar la inversión nacional en I+D+i del 0.30 al 0.60 – 0.70 del PIB en
2026, alcanzar en 2030 el 1%, y en 2040 el 2% y más, y convertir a Colombia en
un exportador de innovaciones sostenibles.
Hay
que hacer un trabajo riguroso con las universidades para elevar la calidad de
la educación y de la investigación en áreas claves con el fin de optimizar
recursos escasos. Y también diseñar una estrategia con los investigadores de la
diáspora para repatriar algunos garantizándoles las mejores condiciones de
trabajo con el objetivo de elevar las capacidades nacionales de aprendizaje
para el cambio tecnológico endógeno; y acordar con la diáspora científica la mejor
estrategia para que puedan aportar al salto que debe dar Colombia.
V
DESTRUCCIÓN CREATIVA PARA UNA
REINDUSTRIALIZACIÓN CREATIVA DE COLOMBIA
Hace
más o menos un siglo Schumpeter llamó destrucción
creativa a las nuevas innovaciones a partir de innovaciones anteriores.
Esta idea es la base de la economía de la innovación la cual poco se entiende y
aplica en Colombia. Antes de Gaviria hubo industrialización con protección sin
que el objetivo hubiera sido volcarse a las exportaciones, razón por la cual no
hubo una profunda transformación productiva ni desarrollo de la ciencia y la
tecnología, y de la educación.
Desde
el gobierno de César Gaviria, 1991, Colombia apresuró un proceso de destrucción no creativa en la industria
y la agricultura. En treinta años, ambos sectores perdieron cincuenta por
ciento de participación en el PIB. Pocos productos nuevos se sumaron a las exportaciones.
Poca alta tecnología produce la nación. En consecuencia, poca innovación se
hace y por eso los recursos para investigación y desarrollo (I+D) son escasos
puesto que nunca ha sido una prioridad del Estado y de las empresas integrar la
producción y la investigación desde las universidades con la innovación en las
empresas. En esto, los gremios han fracasado y no son más que unos tribuneros
de una economía superficial y rezagada.
Antes
de la apertura neoliberal había más industria y más agricultura. Bajo un modelo
de desarrollo económico que hubiera dado dos pasos adelante, y no dos atrás,
pocos empresarios hubieran abandonado industrias para convertirse en
importadores; hubieran llegado más industrias, incluidas las relacionadas con
los recursos minero-energéticos, más productos de la agricultura; y hubiera
emergido una ola de nuevos servicios innovadores soportados en industrias y
tecnologías avanzadas desarrolladas o producidas en el país. Hoy Colombia haría
parte de las conversaciones sobre agricultura, nuevas industrias, salud,
movilidad, servicios, ingeniería en geografía crítica, y territorios del
futuro.
El
neoliberalismo radical fue una imperdonable equivocación, razón por la cual las
políticas de competitividad y de desarrollo productivo han sido una falacia. El
núcleo central de la mentira fue haber aplicado - por culpa de los TLC y lo
firmado en las instancias de la OMC y de la OMPI -, un concepto de políticas
horizontales en las políticas productivas y de ciencia y tecnología. Es decir,
enfoque que supuestamente beneficia a todas las empresas por igual, sin
diferenciar sectores según su grado de madurez, modernidad, novedad,
complejidad y aportes a la productividad. Me explico con un ejemplo.
Cuando
se asume que las mejores políticas de desarrollo productivo y de innovación son
horizontales, es como decir que todos los médicos deben ser médicos generales y
los cirujanos también, y que no hay especializaciones y menos doctorados.
Es
lo que hizo el neoliberalismo con la economía colombiana: una economía mediana,
atrasada, sin sectores relevantes, sin sectores en la vanguardia del cambio
tecnológico y del comercio mundial. Entonces, el camino fue crear una economía
de vitrina para consumidores compulsivos, narcotraficantes y corruptos, una economía
extractivista para destruir el medio ambiente y eternamente empobrecer a las
comunidades donde están los yacimientos, las minas, los pequeños cultivos, los
informales y los desempleados.
Por
eso las políticas y estrategias horizontales, uno de los dos pilares de las
políticas de desarrollo productivo, aluden a infraestructura, comunicaciones
digitales, educación y salud de calidad, entre otras, sirven cuando se
complementan con el otro pilar: las políticas o estrategias verticales que son
los sectores estratégicos en los cuales se tienen las mejores capacidades para
ser más fuertes en el comercio internacional.
Así
como a nivel profesional hay especializaciones, en la economía también debe
haber porque no hay cultura que sea la mejor en todos los sectores y en todas
las actividades. Lo coherente es que existan especializaciones en el sistema
productivo, especializaciones en educación, especializaciones en ciencia y
tecnología, de esa manera los tres sistemas convergen, construyen capacidades y
definen objetivos para adelantar acciones conjuntas y complementarias derivando
en poderosos sistemas de producción, innovación y conocimiento a nivel nacional
y en las regiones. De esa manera, la innovación, el emprendimiento, la
colaboración y el aprendizaje se convierten en parte de la cultura.
Las
políticas que combinen acertadamente acciones horizontales y verticales
determinan el avance de unos países respecto a otros. Colombia es un país
productiva y científicamente de la mitad hacia abajo en la medida en que más
economías similares están haciendo mejor las cosas en los últimos treinta
largos años, tanto en Europa como en Asia.
En
Colombia existen empresas excepcionales que no alcanzar a irrigar el suficiente
desarrollo en todo el sistema productivo y de investigación. También existen
grupos o centros de investigación con algunos investigadores excepcionales que
logran hacer alguna pesquisa excepcional con el pucho de empresas
excepcionales.
Programas
mal financiados y dirigidos a acciones generales que supuestamente sirven por
igual al productor de café, flores, moras, confecciones, medicamentos, barcos,
lácteos, autopartes, aviones, para citar algunos sectores con características y
complejidades distintas, pero, los que diseñan las políticas dicen que sirven
para todos, lo cual denota una mezcla entre ignorancia, pereza, mala teoría e
incapacidad intelectual.
El
resultado es el siguiente: diversificación exportadora: cero. Industrias
innovadoras de alta tecnología: cero. Servicios de alta complejidad originados
o relacionados con los sectores industriales avanzados: cero. Aumento de la
productividad: cero. Aumento de los índices de innovación avanzada: cero.
Diseño de unas correctas políticas de desarrollo productivo, de innovación, y
emprendimiento: cero.
En
lo único que se logran resultados cuantitativos es en programas en los cuales
una cantidad de consultores hacen capacitaciones para mejoras en el manejo de
las empresas y en su producción, como las fábricas de productividad. Para eso
solo se requiere sumar consultores con el fin de lograr una amplia cobertura.
Lo mismo, con los tantas veces iniciados y de poco impacto con los programas de
clusterización y de acuerdos empresariales, que al no apuntar a
transformaciones de fondo para el cambio estructural y tecnológico, incentivar
el aprendizaje y las complementariedades al interior de las cadenas productivas
y entre ellas, se quedan en mejoras individuales menores, que ayudan, pero de
fondo poco logran para aumentar la productividad, la competitividad, la generación
de mejores oportunidades y mayor bienestar para una equidad sostenible.
Una
manera de entender la combinación de estrategias horizontales y verticales se
muestra en la figura, donde los sectores productivos son la agenda vertical de
la PRP o política nacional de reindustrialización (PNR) y las políticas
transversales son los sectores de soporte.
Por
eso, el presidente Petro tiene razón en impulsar cambios contundentes en
sectores estratégicos relacionados con la producción, la investigación y la
educación. Es la única salida racional y responsable si se quiere lograr una
paz total, porque guerra, muerte, corrupción, uribismo y neoliberalismo están
relacionados, por eso los programas de apoyo productivo para los PDET
(proyectos de desarrollo económico territorial) desde la acción del Ministerio
de Comercio, Industria y Turismo, y otras agencias, han sido un fracaso, así
como los orientados a las comunidades periféricas, porque se los robaron para
hacer trizas la paz y la vida de millones en las periferias.
VI
DESARROLLO
Y REINDUSTRIALIZACIÓN ¿ACUERDO ENTRE
ESTADO Y EMPRESARIOS?
Los
puntos principales del primer encuentro entre el gobierno nacional y los
grandes empresarios de Colombia, celebrado en el tercer trismestre de 2023,
buscan avanzar en la productividad lo cual significa un profundo proceso de
reindustrialización de largo plazo. Los cinco puntos principalmente
identificados: educación, productividad, desarrollo regional, agricultura
y economía popular, necesariamente son parte de una conversación tantas veces
aplazadas sobre el desarrollo.
Crecimiento
sin industria y sin ciencia y tecnología
El
principal obstáculo de Colombia para un crecimiento alto, sostenido, pacífico,
equitativo y sostenible, es la dependencia productiva, científica y tecnológica
que ha derivado en un aparato productivo fabricante de unos pocos bienes
finales basados en conocimientos de los países desarrollados, por tanto,
partes, insumos, bienes de capital y servicios asociados a la producción y el
comercio, son espacios vedados a las capacidades y potencialidades de
Colombia porque a la dirigencia de éste país le impusieron la dependencia,
y ella la aceptó.
La
nación que no desarrolle industrias avanzadas no logrará el desarrollo
económico, social, político, intelectual y cultural. En consecuencia, la
economía que no construya y más bien destruya sectores y actividades
industriales clave, está destinada al atraso perpetuo, justificando su rezago
en equivocadas teorías que derivan en equivocadas políticas cuya vigencia es
efímera, como efímeros son los presidentes, ministros, directores, gobernantes
regionales y los políticos que llegan al Congreso de la República.
Pasar
del subdesarrollo al desarrollo, es como transitar de la mula al avión
supersónico. El salto no es automático, atraviesa por tecnologías e industrias
intermedias, unas más sencillas que otras: unos países desarrollan y fabrican
bicicletas, motos y automóviles, y luego pequeños aviones, más tarde aviones
grandes, aviones supersónicos de pasajeros, aviones de combate, y finalmente
tecnologías para la conquista del espacio.
O
naciones que producen medicamentos genéricos cuya patente está liberada, e importa los
demás medicamentos y
todos los equipos e instrumentos de uso médico, caso de Colombia que no ha
sabido impulsar una industria de salud. De igual manera, la tecnología para la
explotación minero-energética, es importada, así como todos los equipos de la
tecnología digital de base electrónica. Es decir, la economía colombiana
produce menos del 5% de los productos tecnológicos que demanda, por lo cual,
las exportaciones de alta tecnología son tan pocas como poca es su producción,
razón por la cual su índice de complejidad económica a nivel mundial es tan
bajo, incluso negativo, en términos del contenido tecnológico de las
exportaciones.
En
Colombia la gente se transporta en burros y caballos, en bicicletas diseñadas y
patentadas en otros países; motos y automóviles ensamblados con algunas partes
nacionales, pero, la tecnología y las patentes son de otros; aviones y
helicópteros de todo tipo, importados con alguna ingeniería nacional para
mantenimiento y una que otra pieza menor, sin embargo, las patentes no son
nuestras. Y sobre el espacio es aún asunto de películas y libros de ciencia
ficción.
Es
inexplicable que Colombia no disponga de una industria asociada al café:
produce pocos insumos, fabrica equipos y herramientas que parecen piezas de un
museo del siglo XIX, y todos los aparatos de la tecnología de preparación para
el consumo, es importada. A la Federación de Cafeteros la saqueron una
nómina de burócratas.
Si
la producción de bienes tecnológicos es de ensamble, y la tecnología de
servicios es importada, la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) se
hace en los países desarrollados, y la escasa investigación que hace Colombia
no alcanza para suscitar un proceso sostenido de avance productivo,
tecnológico, político, cultural y social.
La
investigación tiene efectos en una mejor educación y en la cultura de la gente
para crear, innovar y emprender, en esas condiciones se desarrolla la economía,
la formalidad supera a la informalidad, las exportaciones son más que las
importaciones, y se equilibra la balanza entre exportaciones e importaciones de
tecnología.
La
dependencia se reafirmó y aumentó hace 32 años cuando César Gaviria importó las
ideas de la Escuela de Economía de Chicago, conocida como los Chicago Boys. Sin
embargo, esa escuela que nació hace 50 años, murió hace 16 con la crisis del
2008, no obstante, 16 años después la economía colombiana naufraga bajo las
ambiciones desmesuradas del mercado y la crítica al estado. Mazzucato (2023)
dijo en la Folha de Sao Paulo, que la ideología de los “Chicago boys” es para
una economía estúpida.
Ni
el mercado es capaz de liderar la reindustrialización, y el Estado, a través
del gobierno, se muestra incapaz de diseñar, concertar e implementar la
política nacional de reindustrialización (PNR). La reindustrialización no tiene
quien la piense, diseñe e implemente. Ni el gobierno y menos los gremios,
porque estos se convirtieron en representantes de los importadores de tecnología.
El Conpes para la PNR al final se hizo en diciembre de 2023, y en el 2024 será
tarde, y se habrán perdido cuatro años para empezar a implementar el cambio estructural y tecnológico.
El
daño al pensamiento del desarrollo ha sido enorme. Generaciones se perdieron.
Para relanzar un proyecto nacional de desarrollo y de reindustrialización hay
que volver a los libros de historia y desde ahí escribir la historia del
futuro. La economía de la innovación es un dato más y nada más. Por eso
Mazzucato, Rodrik, Stiglitz, Ostrom, Raworth, Kelton, Penrose, Pérez, Arendt,
Eliasson, Haldar, Nelson, Agion, Antolin, Andreoni, Chang, Bunel,
Greenwald, Reinher, y otros, como los estudios de Fescol sobre la
reindustrialización, no son en Colombia los pensadores más aceptados, más
leídos.
Hasta
tanto no haya un nuevo texto, el desconocido documento de la política de
reindustrialización, que el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (MCIT)
tiene engavetado, es todavía el documento base para desatar la discusión, que
debe partir de preguntarse si la intervención del gobierno es posible para
determinar si el Estado tiene la competencia para actuar, y si el empresariado
quiere invertir en nuevas innovaciones o en los negocios de siempre. Es decir
¿cuál es el empresariado colombiano para la reindustrialización? O ¿debe el
Estado buscar multinacionales que quieran aportar a nuevos emprendimientos y
hacer I+D+i en Colombia porque los nacionales no quieren o no pueden? Escasas son las empresas colombianas de I+D+i.
Ahora
bien, la reindustrialización es un asunto de una enorme complejidad sistémica,
y no es posible desde compartimentos sectoriales dispersos, por eso, cuando a
los ministerios llegó el documento de la PNR, no supieron que hacer,
considerando que ni el mismo MCIT sabía cómo implementar la política que había
escrito, salvo la viceministra Valdés, luego viceministra de Hacienda. Por
consideraciones que no vienen al caso, en Ocampo, poco a poco, se fue apagando
su entusiasmo por la reindustrialización. Y somos contados en los dedos de una
mano los analistas que aún hablamos del tema.
No
es suficiente expresar que la educación y la ciencia deben formar el recurso
humano, los investigadores, y la investigación que necesita el sector
productivo. Se necesita una revolución en contenidos y en recursos humanos, como la revolución que significa la reindustrialización.
Misiones
para el desarrollo y la reindustrialización
“La
aplicación de un pensamiento complejo, sistémico, orientado por misiones no
solo requiere capacidad de adaptación, sino innovaciones institucionales que
creen nuevos mercados y reconfiguren los existentes, en lo cual es
indispensable la participación ciudadana. Se trata de reinventar el
capitalismo, haciendo todo de forma diferente, estructurando las organizaciones
públicas y dejando que las organizaciones sean instadas a trabajar en conjunto”.
(Mazzucato, 2022)
Las
misiones se construyen de manera intersectorial, la selección de sectores con
base en lo que cada uno cree y quiere, fue insuficiente. Colombia fracasó con
ese esquema, por eso la PNR no arranca.
En Colombia, la complejidad no está en la cabeza de la
educación, en las políticas y en los políticos, y en los arreglos
institucionales entre tecnócratas innovadores, investigadores y empresarios.
Además, la ciudadanía está ausente porque poco o nada cuenta en una democracia
representativa desequilibrada y excluyente.
La
PNR de Colombia propone cuatro grandes misiones productivas y una horizontal
referida al desarrollo de las regiones que impulsarán las misiones
intersectoriales. Esas cuatro misiones, son: agricultura, salud, energía,
defensa y vida, que podrían configurar un sistema nacional de la
reindustrialización para construir complejos productivos del conocimiento y la
innovación, apoyados por Bancoldex, Banco Agrario, bancos
privados con líneas de crédito de uso específico en las apuestas de la nueva
economía a construir, y el Ministerio de Hacienda, y por supuesto con sendos
programas de investigación y de formación de recursos humanos de alto nivel.
El
subcapitalismo colombiano debe acometer cuatro grandes desafíos para crear un
capitalismo productivo, equitativo y sostenible, que establezca relaciones de
interdependencia en las redes globales de producción, comercio e innovación:
Agricultura:
reforma agraria y paz en el campo para la autosuficiencia alimentaria;
Salud: la reforma
del sistema debe incluir el desarrollo de una industria de salud con muchos
recursos públicos derivados de la reestructuración de las EPS que nunca
invirtieron un peso en investigación y desarrollo, y en su integración vertical
jamás estuvo en su cabeza la creación de una potente industria que impidiera
los problemas de abastecimiento y dependencia que hoy padece;
Energía:
para cambiar la matriz energética desarrollando industrias e investigación en
nuevas energías, donde Ecopetrol, las generadoras de energía y las empresas
deben jugar un papel estratégico de financiación, investigación y producción:
Asimismo, el sistema de movilidad debe hacer parte de este cambio tecnológico,
porque los desafíos de Colombia en materia de movilidad son inmensos, con
abundantes recursos públicos más que privados, por lo cual una agenda de
energía y movilidad está en manos del Estado y del mercado;
Defensa
y vida: impulsar una emergente industria aeroespacial, de mar y los ríos
en torno a la vida.
Para
que Colombia se desarrolle necesita seleccionar grandes sectores, porque a
diferencia de Mazzucato y otros que sugieren que en el siglo XXI el impulso se
debe hacer con los sectores y empresas que quieran hacer innovaciones
disruptivas, aluden a naciones de la vanguardia tecnológica que han impulsado
los grandes cambios productivos. Son sociedades en cuya mentalidad y producción
de conocimiento, la innovación y el emprendimiento está arraigado, por tanto,
fluyen las innovaciones con
más libertad y por tanto a más velocidad, cantidad y profundidad que en
naciones subdesarrolladas, como Colombia.
En
los países de la vanguardia, es el Estado el que a veces marca la senda de los
nuevos desarrollos, porque la empresa nunca lo hará pues el nivel de riesgo es
muy alto, el cual es un argumento equivocado, porque si los estados, la
política, la economía y la sociedad están determinados a entregarle todo a los agentes
del mercado, no deben ser quienes arriesguen y hagan
las grandes inversiones del desarrollo: es un asunto de equidad, igualdad,
coherencia y responsabilidad con la sociedad y el Estado que le da todo al
mercado, en exceso y sin control, como los 88 billones que anualmente el Estado
le entrega a las Empresas Prestadoras de Salud (EPS).
Así,
lo que dice Mazzucato en torno a no escoger sectores, no aplica a Colombia,
porque la mentalidad empresarial es otra, el Estado de la Constitución de 1991
solo sirve para que su producción sea una pieza marginal en el mundo de la
invención y del emprendimiento. De tal manera, la selección de apuestas o
misiones estratégicas consignadas en el documento marco de la PNR, es correcto,
porque es ahí, y no en ningún otro sector ya conocido, donde Colombia puede
desarrollar antes del 2050 una economía del futuro. Más bien, en torno a la
construcción de esas misiones estratégicas, convocar a empresarios,
investigadores y emprendedores que quieran hacer
parte de la vanguardia.
En
Colombia, todavía hay que llevar de la mano al empresario para mostrarle otros
universos, porque la educación y la ciencia, y todos los sectores productivos
estratégicos: agricultura, salud, energía, defensa, agua, con los ministerios
de hacienda y de medio ambiente, deben asumir los retos del desarrollo, de la
paz y de un cambio político definitivo que debe prepararse para el 2026.
El
sistema político colombiano es atrasado,
corrupto y perverso, por eso es incapaz de pensar en términos de
reindustrialización, pensamiento, educación, inteligencia y creatividad. Su
mundo son los puestos, la compra de votos, y los contratos de dónde sacan
recursos para su bolsillo y para comprar cada cuatro años las campañas
políticas regionales y nacionales.
Asimismo,
la Corte Constitucional en dos recientes fallos en torno a la reforma
tributaria, son decisiones en contra de la política de reindustrialización, por
ejemplo, cuando sale en defensa de los beneficios tributarios de importadores
en las zonas francas, cuando eso beneficios solo deberían ser para las empresas
exportadoras, porque al incluir a las empresas importadoras, está favoreciendo
la competitividad de las empresas extranjeras en detrimento de la producción
nacional más competitiva. Unos ignorantes decidiendo en favor del desarrollo
nacional, es como los infiltrados opositores en el gobierno progresista.
El
cambio de mentalidad, de las ideas del desarrollo, de un proyecto político para
la transformación de la nación, necesita de una revolución en la educación y en
los sistemas de producción ciencia, tecnología e innovación, y superar la
descentralización a cambio de las autonomías territoriales.
Es inconcebible a estas alturas del siglo XXI que en Colombia
existan ejércitos insurgentes e ilegales, y un desorden y crisis institucional
como ahora vemos en la justicia, en el legislativo, en los organismos de
control, en la Corte Constitucional en contra de la reindustrialización, y en
los gremios empresariales, enemigos del cambio productivo y tecnológico
nacional. Los enemigos del desarrollo están al interior de las instituciones y
de la dirigencia política, social y económica.
VII
¿POR FIN AVANZA LA POLÍTICA DE REINDUSTRIALIZACIÓN?
Este artículo fue inicialmente publicado en Razón Pública
Cuando parecía
que el gobierno había olvidado su promesa de reindustrialización, se publica un
nuevo documento al respecto. ¿De qué se trata este avance para el futuro de
Colombia?
Jaime
Acosta Puertas*
El fundamento
económico de las reformas
Después de que
en febrero de 2023 el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo publicara un
documento marco, el gobierno Petro por fin decidió respaldar la
reindustrialización mediante una
política
que deberá ser aprobada por el Consejo Nacional de Política Económica y Social
(Conpes).
El gobierno se
ha tomado un año y medio para diseñar esta política, sin contar cuánto se
demorare en aprobarla: es el tiempo justo para un instrumento cuya vigencia es
de diez años, pero es demasiado si tenemos en cuenta otros factores.
Desde hace
diez meses, empezaron a presentar las reformas sociales (salud, laboral,
pensiones, educación); estas dependen del sistema productivo, que propiciará
las condiciones necesarias para alcanzar estas reformas:
·
nuevas condiciones para aumentar la formalidad laboral;
·
nuevos trabajos calificados con los que los empleados puedan
pensionarse;
·
nuevas condiciones laborales que diversifiquen y sofistiquen la
producción;
·
nuevos sectores intensivos en conocimiento requieren una
educación que responda en calidad y cantidad a los nuevos desafíos de la
nación;
·
un nuevo sistema de salud preventivo, que derivará en una sociedad
más sana y presta a vincularse en mejores condiciones a la producción y a
llegar a su edad de jubilación.
La identidad
nacional de la reindustrialización
Es bueno que
la política tenga carácter nacional, lo cual no es una contradicción en un
mundo global: la globalización es la suma de naciones con identidad. Cada una,
de acuerdo con sus condiciones, gana espacio en la producción y el comercio
internacional.
Pero este
rasgo apenas se ve en el título del documento; después, solo alude a la
política de reindustrialización. A Colombia le ha costado mostrarse como una
nación autónoma e interdependiente, rasgo que se ha profundizado con el
neoliberalismo, que considera que las posturas nacionales son chovinismos
obsoletos.
Por eso, la
ANDI es ahora un supermercado de importadores y no un gremio de industriales
innovadores. Si la identidad nacional hubiera desaparecido con la
globalización, no existirían las marcas país, ni las empresas pondrían en sus
productos “hecho en Alemania, Brasil o Corea”, sino “hecho en el mundo”.
Para superar
la ortodoxia neoliberal
La
reindustrialización supera la ortodoxia neoliberal de las últimas tres décadas,
que envió a Colombia por el camino equivocado del crecimiento sin perspectiva de desarrollo, razón por la cual las economías
ilegales y la corrupción son las más competitivas y productivas.
La estructura
productiva creada antes de 1991, prácticamente, ha desaparecido. No ha habido estrategia
para cerrar unas actividades, conservar otras
mediante la innovación, e impulsar nuevas industrias para nuevos espacios de
emprendimiento, inversión e innovación.
Lo grave de
esta situación —conocida por quienes han dirigido la producción y formulado
políticas relacionadas— es que se han desaprovechado las potencialidades de
Colombia para convertirse en una nación desarrollada y sostenible durante el
siglo XXI.
La economía de
la innovación
Teórica y
conceptualmente, la política es impecable: orienta y propone a la nación un
nuevo tipo de desarrollo productivo como el de los países desarrollados y las
economías emergentes de los últimos setenta años.
Esta política
es accesible para personas en cualquier campo del conocimiento porque se trata
de una política pensada para el desarrollo nacional, no solo para tecnócratas
neoliberales.
Un diagnóstico
del subdesarrollo
La política reconoce
los rezagos multidimensionales de Colombia: la actual decadencia de la economía
colombiana depende más de razones propias que de factores internacionales. Ha
sido una decadencia estructural de largo plazo, que se perpetúa en políticas
que obstaculizan un crecimiento alto, sostenido y sostenible.
Colombia se
convirtió en una “megatienda” de importadores, con uno que otro vestigio de
producción industrial nacional, y algo más en agricultura, porque todo quedó en
manos de una minería sin valor agregado nacional.
Las ciudades y
poblaciones menores de Colombia son puro comercio formal o informal. No se
constata que haya una economía diversificada, sofisticada y exportadora, con
productores nacionales innovadores en actividades de alto valor agregado.
Hay
poblaciones sin ninguna microindustria; otras, con pocas industrias, que caben
en un pequeño parque industrial, y grandes ciudades en cuyas áreas
metropolitanas se alojan las escasas grandes industrias —entre ellas, las pocas
que hacen investigación y desarrollo, y que algo exportan—.
Pero no hay
ninguna gran empresa importante que adelante sustitución de importaciones con
inversión extranjera o nacional y cuyo objetivo sea exportar.
Todos los
países que se han desarrollado sustituyeron importaciones: una de las
estrategias para crear industrias y sistemas empresariales modernos, avanzados
e innovadores, con emprendimientos disruptivos y sostenibles.
Con esta
política, Colombia diseña las bases de una nueva economía sostenible, de una
nueva sociedad igualmente sostenible y en paz; así, se reconstruirían
instituciones hoy desbaratadas por la mala política, la ilegalidad, el
clientelismo, el atraso y la corrupción.
Lo más
importante: las apuestas productivas estratégicas
Colombia no
seleccionó sus sectores estratégicos, como lo han hecho, siguen haciendo y lo
harán las economías avanzadas y emergentes. Esta fue la peor equivocación de
las políticas de competitividad y de transformación productiva de los últimos
treinta años.
No hay un solo
país desarrollado que no haya escogido dónde centrar sus especializaciones,
como símbolo de identidad productiva y como estrategia para mejorar su
innovación y exportaciones. Cuando se concentran las capacidades y los
recursos, se irrigan al resto de la economía y la sociedad.
El daño que le
hicieron a la economía, a la sociedad y al Estado con esa decisión de ser
buenos en todo y no ser buenos en nada es culpable de las altas tasas de
desempleo, del mediocre crecimiento y la baja productividad, de la espantosa
inequidad, de la creciente ilegalidad, de la imparable informalidad y de la
guerra en su versión neoliberal.
Parece una
decisión menor para quien no sabe sobre las nuevas teorías del desarrollo y de
economía de la innovación; sin embargo, es la principal decisión de política
industrial. Si no hay selección de apuestas estratégicas, las políticas serán
generales, y los instrumentos no diferenciarán entre producir café y
desarrollar una industria aeroespacial: gran estupidez.
¿Por qué
Colombia cometió semejante equivocación teórica, conceptual y de política? Hay
cuatro posibles explicaciones:
·
negoció con Estados Unidos entregar la economía a cambio de
financiación para que la guerra interna le saliera barata a la dirigencia de
Colombia;
·
siguió ciegamente las ideas de David Ricardo de hace doscientos
años de que las economías deben especializarse según sus ventajas comparativas
y renunciar a las ventajas competitivas en nuevas actividades o sectores;
·
simplemente, entregó la soberanía productiva y del derecho al desarrollo
a la hegemonía de turno, mediante los tratados de libre comercio (TLC);
·
una combinación de las anteriores.
Las políticas
de competitividad y de transformación productiva han sido textos sin
imaginación, sin grandes objetivos y sin metas ambiciosas.
Nada de los
malos resultados de Colombia en el contexto de la economía global tiene que ver
con decisiones del gobierno progresista. La deuda exterior no se puede pagar si
no es con grandes restricciones al gasto y la inversión, y la regla fiscal es una
irracional camisa de fuerza cuando el país necesita grandes recursos para
reindustrializar la economía, entre el Estado y las empresas. Los retornos, y
con creces, vendrán después.
También hay
que reestructurar la educación desde el prekínder hasta los doctorados. Así se
fortalecería la investigación y se podría avanzar a un desarrollo regional
autonómico, porque la descentralización ya no sirve, así como no sirve el
neoliberalismo.
Las fortalezas
propias de Colombia
Dicho lo
anterior, la Política Nacional de Reindustrialización es un texto inspirador y
esperanzador. Está en la ruta cierta de un desarrollo que debe ser único, como
es único el camino al desarrollo de cualquier nación del planeta, por eso
existen los estudios de casos.
Las apuestas
estratégicas son de grandes sectores y, ante todo, de enormes conjuntos de
múltiples actividades productivas. Más allá de la agricultura, las otras tres
apuestas parecen de otro planeta o de otra nación, porque de ellas recién se
conversa. Además, tienen la virtud de que recuperan sectores o actividades que
Colombia ya había desarrollado antes de la apertura neoliberal, y que clamaban
por una reindustrialización en una economía abierta.
No fueron
escuchados y la desindustrialización se vino sin compasión, por eso hoy se
propone la reindustrialización.
En el texto
para el Conpes, la reindustrialización considera el calentamiento global, lo
cual le da identidad y proyección más allá del año 2033, y valida el discurso
internacional del presidente Petro porque la inversión en tecnologías limpias y
fósiles era igual en 2016, pero en 2023 por 1.7 dólares invertidos en
tecnologías limpias, se invertió 1 dólar en energías fósiles según la agencia
nacional de energía de los Estados Unidos.
El núcleo de
la política
Los contenidos
de las apuestas estratégicas de la Política Nacional de Reindustrialización
para el Conpes son bastante ilustrativos de la complejidad y ambición de los
desafíos.
·
Agricultura: Reforma agraria y paz en el campo para la autosuficiencia alimentaria.
· Salud: Reforma del sistema para crear una industria de salud con muchos
recursos públicos derivados de las EPS. Estas no invirtieron un peso en
investigación y desarrollo; en su integración vertical, jamás pensaron en una
industria potente para garantizar el abastecimiento, reducir la dependencia, y
abatir los altos precios.
· Energía: Cambiar la matriz energética desarrollando industrias e
investigación en nuevas energías. Ecopetrol, las generadoras de energía y las
empresas deben tener una función estratégica de financiación, investigación y
producción.
· Defensa y vida: Respaldar la emergente industria
aeroespacial, de mar y de los ríos en torno a la vida y la soberanía nacional,
para un mar territorial tan grande como el territorio continental.
Las nuevas
tecnologías digitales inteligentes serán transversales; tienen la oportunidad
de desarrollarse y convertirse en otro sector clave, de igual manera la
electrónica que fue la industria de alta tecnología perjudicada con la
desindustrialización. Sin embargo, tres de las cuatro apuestas estratégicas son
intensivas en esta tecnología.
La
reindustrialización comienza con debilidades en los campos del software
y del hardware, que son la base, junto a los nuevos materiales, del
cambio productivo y tecnológico mundial. Ocurre lo mismo con la débil política
nacional de emprendimiento, que no mejora porque las políticas de
competitividad y de transformación productiva no eran buenas para motivar la
inmersión en industrias y empresas innovadoras de gran suceso.
Dos temas
sugiero para el documento Conpes: la Agencia Colombiana de Industrias de
la Reindustrialización y los Centros Regionales de Innovación y
Emprendimiento para las regiones de menor desarrollo.
*Analista político,
consultor e investigador independiente experto en economía de la innovación
VIII
2024 – 2034
LA DÉCADA DE LA REINDUSTRIALIZACIÓN
El gobierno
nacional aprobó en diciembre de 2023 la política nacional de
reindustrialización (PNR) en el Consejo Nacional de Política Económica y Social
(CONPES 4129). Este artículo pertenece a la saga de varios artículos de opinión
publicados en los últimos años en Razón Pública. Próximamente mi tarea será
escribir sobre la mejor implementación de esta política y los efectos en el
desarrollo de Colombia.
Reindustrialización:
reformas sociales y nueva reforma tributaria
Desde hace
once meses el gobierno empezó a presentar las reformas sociales (salud,
laboral, pensiones, educación) cuyo soporte estructural está dado por el rumbo
que le dará a la economía la política de reindustrialización porque aumentará
la formalización; definirá los nuevos espacios de trabajo calificados que
determinará la población a pensionarse; las nuevas condiciones laborales
tendrán que ser según transcurra la transformación de la producción por la
diversificación y sofisticación de sectores intensivos en conocimiento; la
educación deberá responder en calidad y cantidad a los desafíos productivos y
tecnológicos de la nación; y el sistema de salud preventivo derivará en una
sociedad más sana y presta a vincularse en mejores condiciones a la
producción.
Asimismo, la
reindustrialización necesita de recursos públicos y privados, sobre todo de
estímulos focalizados en las apuestas estratégicas y en otras actividades productivas
clave. Los incentivos son necesarios ante decisiones de la Corte Constitucional
que están abatiendo poco a poco pilares de la reforma tributaria de 2022, cuyo
efecto será menos ingresos para el Estado y más utilidades para las
multinacionales que explotan el subsuelo nacional, e inexplicables beneficios para
las empresas importadoras y no exportadoras ubicadas en las zonas francas,
instrumento cuyo espíritu y razón de ser es beneficiar a empresas exportadoras.
Estas son
fallas público - privadas producto de prebendas ociosas para un modelo de
mercado tramposo con el Estado, con la producción para el desarrollo y con
oportunidades superiores para la sociedad.
Una política para superar el
neoliberalismo
Teórica y
conceptualmente propone un nuevo tipo de desarrollo productivo tal cual los
países desarrollados y las economías emergentes inteligentes lo hicieron
en el último largo siglo. Supera la ortodoxia neoliberal de las últimas tres
décadas que envió a Colombia por el camino de un crecimiento equivocado sin
perspectiva de desarrollo, razón por la cual la mayor productividad la han
alcanzado las economías ilegales, la corrupción y la destrucción del medio
ambiente.
Lo grave de
esta situación conocida por quienes han dirigido la producción y las políticas,
es su incapacidad para pensar una economía que convierta a Colombia en una
nación desarrollada, pacífica y sostenible en lo que resta del siglo XXI.
El texto de
la política la puede leer y entender cualquier persona inteligente de cualquier
campo del conocimiento que no esté hundida en el neoliberalismo que ha
originado un multisistema de problemas estructurales. La PNR debe ser texto de
estudio y de investigación en las universidades porque es la primera vez en
treinta años que Colombia tiene una política para desarrollar e
internacionalizar la economía desde una aproximación heterodoxa, endógena y
sostenible.
El
diagnóstico muestra los rezagos multidimensionales de Colombia, realidad que
explica la inflexión de la economía colombiana por razones internas más que por
consideraciones ajenas. Es un descenso multisistémico con políticas que hacen
imposible un crecimiento alto, avanzado, equilibrado, sostenido y
sostenible, porque Colombia se convirtió en una economía de importadores con
una que otra evidencia de industria nacional, algo más en agricultura, y mucha
minería de enclave sin valor agregado nacional.
Es una
economía disfuncional, por tanto, su producción no es diversificada,
sofisticada, innovadora y exportadora de bienes y servicios intensivos en
conocimiento y tecnología. Hay poblaciones sin ninguna micro industria. Otras,
con pocas industrias que caben en un pequeño parque industrial, y grandes
ciudades en cuyas áreas metropolitanas se alojan las escasas grandes
industrias, entre ellas las pocas que exportan y hacen investigación y
desarrollo (I+D). Tampoco
existe un núcleo importante de empresas que adelanten sustitución de
importaciones con inversión extranjera o nacional.
La
sustitución de importaciones es ahora un medio dentro de un gran portafolio de
nuevas inversiones en actividades de la Era Tecnológica que emergió hace 15
años, pero que se ha acelerado en los últimos cinco años tanto en China como en
Estados Unidos, Alemania, Japón, Corea, otros países, y Brasil en América
Latina.
Con la PNR,
Colombia sentará las bases para construir una economía desarrollada y
sostenible con fuertes instituciones hoy desbaratadas por la mala política, la
ilegalidad, el clientelismo, la violencia y la corrupción, que han
castigado la productividad, la innovación y el emprendimiento.
Apuestas
estratégicas de una reindustrialización sostenible
La más fatal
equivocación de las políticas de competitividad y de transformación productiva
que tuvo Colombia en los últimos treinta años, fue no haber escogido sectores
estratégicos como lo han hecho las economías avanzadas y las naciones
emergentes inteligentes, entre las que aún no está Colombia. No hay un
caso en el cual los países que se han desarrollado no hubieran escogido donde
centrar su especialización como símbolo de identidad productiva. Al concentrar
capacidades y recursos se construyen capacidades que fertilizan toda la
economía y elevan la productividad.
El daño que
le hicieron a la economía, a la sociedad y al Estado con la estúpida decisión
de ser buenos en todo y no ser buenos en nada, es culpable del alto desempleo,
del mediocre crecimiento, de la baja productividad, de la espantosa inequidad e
ilegalidad, de la imparable informalidad, de la guerra en su versión
neoliberal, del insostenible déficit comercial y del elevado endeudamiento sin
retorno porque no hay visión ni misiones para desarrollar la nación a largo
plazo.
¿Por qué
Colombia cometió semejante equivocación teórica y de política? Hay cuatro
posibles explicaciones: una, se entregó la economía a Estados Unidos a cambio
de financiación para que la guerra interna le costara menos a la dirigencia;
dos, doscientos años después las ideas de Ricardo mediante la cual las
economías deben especializarse donde tenga ventajas comparativas renunciando a
desarrollar ventajas competitivas en nuevas actividades o sectores lo cual es
un prerrequisito para el desarrollo en el siglo XXI; tres, simplemente entregar
la soberanía productiva y del derecho al desarrollo a la hegemonía de la
potencia de turno mediante los tratados de libre comercio TLC; y cuatro, la
suma de las anteriores.
Las
políticas de competitividad y de transformación productiva (1991 – 2022) han
sido textos sin imaginación y sin responsabilidad con la nación. La deuda
externa no se puede pagar si no es con grandes restricciones al gasto y la
inversión. La regla fiscal es una irracional camisa de fuerza cuando el país
necesita de grandes recursos para reindustrializar la economía entre el Estado
y las empresas; reestructurar la educación desde el preescolar hasta los
doctorados con el propósito de fortalecer la investigación; aumentar la
inversión en ciencia básica y en ciencia y tecnología para la
reindustrialización; y avanzar a un desarrollo regional endógeno porque la
descentralización ya no sirve como no sirve el mercado sin un Estado
emprendedor, innovador y autonómico en el mundo y autonómico en su división política
administrativa para que el desarrollo endógeno sea una fuerza emergente, propia
y sostenible de los territorios.
La PNR está
en la ruta cierta de un desarrollo sostenible único como único y sostenible
deber ser cada camino al progreso de cualquier nación en este momento de
altísimo riesgo ambiental global y de transición en la geopolítica mundial por
el surgimiento y consolidación de nuevas potencias mundiales o regionales.
A más de la
agricultura, las otras tres apuestas parecen de otro planeta, porque de ellas
recién se conversa. Además, la PNR recuperará sectores o actividades que
Colombia había impulsado antes de la apertura neoliberal, y que desaparecieron
clamando por la reestructuración para competir en una economía abierta. No
fueron escuchados y la desindustrialización se vino sin compasión, por eso hoy
se propone la reindustrialización cuyas apuestas estratégicas son:
Agricultura:
reforma agraria y paz en el campo para la autosuficiencia alimentaria;
Salud:
reforma del sistema para crear una industria de salud porque el Estado, las
farmacéuticas y las EPS poco han invertido en investigación y desarrollo con el
fin de crear una potente industria que garantice el abastecimiento, reduzca la
dependencia, contribuya a la diversificación de las exportaciones, y reduzca
los altos precios;
Energía:
cambiar la matriz energética desarrollando industrias e investigación en nuevas
energías, donde Ecopetrol, las generadoras de energía y las empresas deben
jugar un papel estratégico de inversión, financiación, investigación y
producción.
Defensa
y vida: impulsar una emergente industria aeroespacial, de mar y los ríos
en torno a la vida y la soberanía nacional, para un mar territorial tan grande
como el territorio continental.
Estas
apuestas se enmarcan en un robusto concepto para producir e innovar con un
enfoque de sostenibilidad ambiental en el marco de la transición energética
mundial incluida la incorporación endógena de las disrupciones de la Era
Tecnológica que tiene en la Inteligencia Artificial su expresión más disruptiva
detrás de la cual hay nuevos minerales, materiales, electrónica y software.
Adicional
a estas cuatro estrategias principales, también están los nuevos minerales,
toda la tecnología de los nuevos sistemas de movilidad, áreas emergentes de la
bioeconomía, y el desarrollo de industrias de bienes de
capital de nueva generación.
De igual
manera, la PNR plantea retos para la política nacional de emprendimiento porque
las políticas de competitividad y de transformación productiva no motivaron la
inmersión en nuevas industrias y empresas innovadoras disruptivas de alto
riesgo y elevada complejidad.
Desafíos
mínimos de la PNR para
construir las bases de un desarrollo productivo sostenible duradero
·
Pedagogía.
Desplegar una gran acción pedagógica en el Estado y en los territorios teniendo
en cuenta que las disparidades en las capacidades son enormes y las
diferencias en la dotación de factores también. Una cosa es hablar de esta
política en Bogotá y Antioquia, otra en Norte de Santander, Nariño, Tolima,
Chocó, Atlántico, y otra en los demás departamentos.
La labor pedagógica se debe adelantar pensando
en profundos cambios culturales, porque una cosa era con las neutras políticas
de competitividad y otra con las políticas de reindustrialización y sus
apuestas estratégicas sostenibles. Con la competitividad no había
reindustrialización lo que se intentó pero fracasó, fue mejorar lo que dejaba
la desindustrialización.
·
Acuerdo con universidades.
El enfoque del desarrollo que subyace en la PNR debe incorporarse en los planes
académicos y líneas de investigación. La inmensa mayoría del recurso humano
formado en el país y en el exterior en los últimos treinta años poco entiende
de cómo hacer las transformaciones estructurales de largo plazo de la economía,
de la sociedad y del Estado a partir de una reindustrialización en la Era
Tecnológica. Es necesario buscar cooperación internacional para atraer recurso
humano que contribuya a acelerar el aprendizaje mientras Colombia forma un
factor humano de alto nivel hacia un desarrollo más humano, inteligente,
equitativo y sostenible, sustentado en el conocimiento y en la investigación
científica y tecnológica para impulsar empresas intensivas en alta tecnología.
·
Coordinación Interministerial.
Un proceso que debe comenzar en torno a las cuatro apuestas productivas estratégicas.
Por ahí debe comenzar un gran ajuste y arreglo institucional entre Estado y
empresas innovadoras, no con los gremios, los cuales necesitan reestructurarse
porque no tienen como reconvertirse pues están atados a los importadores y a
ideas del comercio internacional que, por la reconfiguración de la producción
mundial y el surgimiento de nuevas potencias productivas y tecnológicas, no
sirven para la reindustrialización en un inédito ambiente geopolítico,
geoestratégico y tecnológico global.
Centrarse en la reorganización
interinstitucional público-privada en torno a las apuestas clave, es una
tarea inspiradora, creativa, convocante, convergente, transformadora, compleja,
multisistémica y de largo alcance, porque es construir un sistema productivo
poco o nada parecido al actual. La reindustrialización avanza en Estados Unidos
porque es la única posibilidad que tiene para demorar que China lo supere antes
de tiempo. Corea está haciendo una apuesta gigantesca en la investigación y
producción de superconductores. Brasil no se detiene en desarrollar su
industria aeroespacial y de energías alternativas, a pesar que Bolsonaro cerró
la fábrica de chips en Porto Alegre.
·
Misión por la
autonomía territorial. Es urgente pensar, diseñar y
discutir las autonomías regionales para superar la descentralización con el fin
de liberar las condiciones de los territorios en relación a su potencial de
desarrollo endógeno sostenible. Aquí también se requiere de nuevo recurso
humano calificado en los territorios que motiven el desarrollo endógeno. La
actual misión de descentralización liderada por el Departamento Nacional de
Planeación, debe sentar las bases para la autonomía territorial. La
descentralización se ahogó en los vicios del centralismo, clientelismo,
corrupción, baja productividad, y de miles de micro proyectos dispersos muchos
de los cuáles jamás se terminan por razones políticas asociadas a la
corrupción.
·
Reindustrialización sin ciencia
y tecnología es una falacia. Lo bueno de la PNR se puede
perder si no aumenta el presupuesto nacional para I+D+i pública y privada.
Decir que son suficientes los recursos de las regalías para CyT, es mentira
porque están manejados políticamente por los gobiernos territoriales. La
ignorancia de muchos y la actitud torcida de otros, hace que su uso estratégico
para fines de un avanzado desarrollo productivo nacional, no sea
cierto, por tanto, posible.
La reconversión de la comunidad científica
es igualmente urgente. En dos décadas los países desarrollados pasaron en
promedio del 2% al 2.75% del PIB su inversión en investigación y desarrollo.
Colombia se estancó en el 0.30% del PIB.
Las apuestas estratégicas de la PNR son
intensivas en conocimiento, investigación y desarrollo, y están relacionadas
con las misiones del Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación. Sin
embargo, la conformación de un sistema nacional sostenible entre
producción e investigación, con sus componentes territoriales, es uno de los
grandes retos, y el presidente debe obstinarse en la articulación entre
producción e investigación, que se debe plasmar en acuerdos con los grandes
empresarios de Colombia. Sin ciencia, tecnología y educación desaparece la
reindustrialización sostenible.
·
Reformas a la reforma
tributaria del 2022. Bajar impuestos a las empresas para que
inviertan en investigación desarrollo e innovación (I+D+i); aumentar los
impuestos a los dividendos y a los salarios más altos de las cúpulas de las grandes
empresas. Sin embargo, lo principal de la nueva reforma serían los
incentivos a las apuestas estratégicas con el fin de hacerlas más sostenibles
para aumentar la productividad y las exportaciones no tradicionales. Es ponerle
fin al ocioso neoliberalismo y a las sospechosas decisiones de la Corte
Constitucional en contra del Estado y a favor de las multinacionales.
El 2024 y
2025 serán años determinantes para el futuro de Colombia. El gobierno debe
apurar la inversión, la coordinación público - privada, y elevar las
condiciones de la inmensa población que mucha violencia ha sufrido, pero que
pocas oportunidades ha tenido. Reindustrialización con inequidad, corrupción y
violencia no es posible.